Al bachillerato de Jóvenes y Adultos Simón Rodrigues, asisten 42 mujeres y 26 varones. Parece que, especialmente para ellas, ha llegado el momento de estudiar. Las mujeres del bachillerato fueron criadas, en un contexto social donde primaba el mandato familiar que les indicaba casarse jóvenes y quedarse en la casa al cuidado de los niños. Elba Romero, de 38 años, había empezado el secundario en el año 1992, pero interrumpió cuando quedó embarazada; desde entonces se dedicó a cuidar a sus hijos. Ahora ya son grandes y ella considera que llegó su momento.
La diferencia entre la cantidad de hombres y mujeres que retoman el estudio evidencia una sociedad que, al menos en el pasado, priorizaba la educación e instrucción para los varones. De acuerdo a las mismas estudiantes ellas son personas postergadas profesionalmente. Creían que el hombre era quien tenía que prepararse para trabajar o estudiar para mejorar su campo laboral. Sin embargo parece que la sociedad ha avanzado un poco en relación a este tema. Ya no se cree que las mujeres tengan como única opción la de ser buenas amas de casa, ni se desconfía que saliendo de la casa se pierdan las “buenas costumbres”.
“Al completar mi primaria en una escuela de campo tuve la oportunidad de seguir estudiando en el pueblo, de la mano solidaria de una maestra. Pero mis padres consideraron que no era oportuno que una jovencita se alejara de la casa paterna para estudiar”, cuenta Nora de 50 años. Por eso, ahora, luego de 35 ¿cuántos? años, se dio la oportunidad y cursa el último año del secundario. A fin de 2007 cumplirá un deseo largamente postergado: recibirse de Bachiller.
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