Fuente: Revista “Cuadernos Para
Cada lucha, pequeña y cotidiana, tiene el derecho de alzar su voz y proponer rumbos a seguir. Es por ello que visitar el barrio “Las Tunas”, en el conurbano bonaerense de Argentina, puede ser de utilidad y estimulo en la multiplicación de propuestas.
Allí, impulsado por Proyecto Emancipación, funciona el Taller de Oficios “Simón Rodríguez”, donde los jóvenes y adultos del barrio se acercan para capacitarse.
Según Lisandro Reynoso, miembro de la coordinación del Taller y alumno, el origen del la actividad se dio por fuera de las planificaciones esquemáticas: “Partiendo de la gravísima crisis laboral que vive nuestro país desde hace décadas, comenzamos a charlar con los vecinos para armar cooperativas de producción. En ese proceso de intercambio nos encontramos con dos cosas: Por un lado, que la escala de producción a la que podemos aspirar es muy reducida, y la productividad es bajísima. Un sueldo de U$S 100 solo puede ser alcanzado en base a la auto-explotación. Por otro lado, los niveles de capacitación técnica y laboral son nulos o muy intuitivos, en la mayoría de los vecinos. Después del “bajón” y la decepción que esto nos produjo empezamos a buscar la construcción de alternativas en el mediano plazo. Y en el análisis colectivo coincidimos que teníamos que empezar por lo elemental: Por organizarnos y aprender a dominar las técnicas de producción fundamentales.”
El Taller procura incluir a la mayor cantidad de vecinos pero, como él aclara, esto no es tan sencillo: “Tenemos limitaciones de espacio que nos impiden incorporar a toda la gente que esta anotada. Por ahora somos un grupo de 9 chicos de entre 12 y 14 años, más 7 vecinos adultos. Pero el objetivo es poder incluir a 60 personas en los talleres de soldadura, carpintería y electricidad; al mismo tiempo que reinsertemos a los chicos en la escuela, porque hay muchos que la han abandonado.”
(…)
Los chicos que participan del Taller generan sorpresa ante los visitantes desprevenidos. Desalineados y a los gritos, alternan en sus ojos el brillo que acompaña el comentario impúdico sobre sus compañeras, con la seriedad que reflejan cuando manejan el hierro ardiente. Acostumbrados a hacerse lugar en el mundo a fuerza de codazos y lagrimas reprimidas, también aprenden a ser afectuosos descubriendo que eso no es síntoma de debilidad.
Ariel es uno de los alumnos del Taller de Oficios “Simón Rodríguez”. Con sus apenas 14 años, ya se preocupa por su futuro cómo un adulto, pero con la angustia de un chico:
“Acá en el barrio hay mucha desocupación, algunos no tienen plata y tienen que cartonear (1) para darle de comer a los hijos... Yo voy a poner un taller de herrería.”
Todos ellos fueron criados alrededor de la “escuelita”, el centro comunitario donde funciona el Taller, una ventaja social y política con la que no contaron sus padres en la niñez. Matías y Pilo son “veteranos” de las actividades recreativas y culturales. Ahora están pasando del taller de construcción de juguetes al de oficios. Ese es el caso de Matías quién cuenta orgulloso: “Vengo a la “escuelita” desde hace 9 años. Y ahora tengo 13...”. O como “Pilo”, que se destaca por su firmeza al decir: “¡Yo también! Venía a jugar en el fondo, con jardín de infantes. Ahora tengo 13 años y vengo para aprender a soldar, para tener un oficio, para saber algo.”
El nombre del Taller, “Simón Rodríguez”, no es casual, y rescata el proyecto latinoamericano iniciado en el siglo XIX. Lisandro lo explica así: “...del “Robinson” venezolano tomamos su propuesta educativa y política. La idea de formar a los chicos en una visión amplia, conectada con la naturaleza y su transformación, llenándolos de dudas y acercándoles las herramientas para que puedan encontrar sus respuestas. A pesar de que Simón Rodríguez educó hace dos siglos a Bolívar, su concepción es más cercana a nosotros que la escuela publica actual, que encierra a los chicos la mitad del día. Las escuelas del conurbano no tienen mucho de la visión idealizada, la realidad es que los chicos la terminan odiando, porque el sistema educativo los desprecia en su cultura, sus códigos y sus realidades. Y así pasan de grado o repiten, pero no aprenden ni siquiera a leer. Por eso retomamos a Simón Rodríguez y la necesidad de formar hombres y mujeres libres, que a su vez sean pequeños libertadores del barrio y de Nuestra América.”
El Taller de Oficios “Simón Rodríguez” crece cada día, porque es la voluntad de unidad y liberación que ha caído en tierra sanmartiniana y fértil. Y eso merece conocerse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario