En diciembre arrancamos con el grupo de adolescentes, lleno de expectativas y miedos: “que no se caiga el proyecto”, dijeron muchos como primer testimonio de su entusiasmo. Y la verdad es que no se cayó. Pero no sólo eso, sino que la voluntad y la constancia de todos nos permitió alcanzar una meta, al principio un poco desdibujada, pero que rápidamente adquirió forma y color. Se fue convirtiendo en una meta monumental, pero difícil de imaginar, llena de dudas y pasos intermedios. Después de una lijada intensa y un revoque previo, pusimos varias manos de pintura para llenar el fondo; con cada mano de pintura crecía la expectativa. Y el 2 de mayo llegó el día: pintamos el frente de la escuelita con un mural construido por todos, con muchas ideas coloridas y algunos dibujos en desacuerdo, pero que finalmente se volcaron en las imágenes que ahora le regalamos al barrio.
Es un sentimiento único, compartir con este grupo de jóvenes la construcción de un proyecto colectivo ¡y llegar a concretarlo! Con el esfuerzo de todos y la voluntad de cada uno. Ojalá, así como las imágenes hicieron enorme a esa pequeña pared del barrio, ellos también se sientan más grandes, con más confianza para perseguir sus metas y alcanzar lo que se proponen. A buscar más paredes ahora ¡y llenarlas de sueños!
Es un sentimiento único, compartir con este grupo de jóvenes la construcción de un proyecto colectivo ¡y llegar a concretarlo! Con el esfuerzo de todos y la voluntad de cada uno. Ojalá, así como las imágenes hicieron enorme a esa pequeña pared del barrio, ellos también se sientan más grandes, con más confianza para perseguir sus metas y alcanzar lo que se proponen. A buscar más paredes ahora ¡y llenarlas de sueños!
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